David Romero, Jonathan Villena y Guillermo Celada acaban de empezar un trabajo como teleoperadores en PLUSCONTACTO , empresa que ha colaborado en la formación. Son los últimos de un centenar de presos de la cárcel de Villahierro, en Mansilla de las Mulas, que en tres años se han beneficiado del programa Reincorpora, un sistema que lleva a cabo Proyecto Hombre dentro de la prisión subvencionado por la obra social de La Caixa y de la que se benefician 1.230 internos de toda España, con la colaboración de las empresas que contratan a los internos. La mitad de los reclusos que participan en el programa nunca han tenido antes un empleo.

David, Jonathan y Guillermo disfrutan ahora de una segunda oportunidad y se agarran a ella como una tabla de salvación. Saben que si están preparados y adquieren habilidades sociales su reinserción en la sociedad es más fácil, pese a las dificultades. «Estando ahí arriba —por la cárcel—, te agarras a lo que te ofrezcan», dice David.

Los cursos para formarse como teleoperador son los últimos organizados por Proyecto Hombre, pero no los únicos. Hostelería, con 28 contratados, limpieza, con 35, y reforestación, con 26, son los sectores que más empleo ofrecen. «Estudiamos cuáles son los sectores con más demanda laboral. Hacemos una apuesta segura», asegura Dorian Vence, coordinador de reinserción de Proyecto Hombre. La selección de las personas que participan en este proyecto la hace Instituciones Penitenciarias, que se fija en reclusos que participan en tratamientos, si son drogodependientes, que tienen un buen comportamiento dentro de la cárcel, con un proceso educativo y terapéutico o que estén próximos al tercer grado o la libertad provisional. «Les permite salir fuera del Centro de Inserción Social (CIS) y terminar estudios o participar en voluntariado social». Las estadísticas de Proyecto Hombre reflejan el éxito del programa. El 77% continúan trabajando después de seis meses, aunque sea en otro sector diferente para el que se les preparó en prisión. Sólo el 1% vuelve a la cárcel.

Los tres que aquí cuentan sus experiencias llevan casi un mes en PLUSCONTACTO  y, como todos, tienen que cumplir objetivos laborales. Cada uno tiene sus recursos para manejar el estrés.

Jonathan Villena

«He aprendido otras habilidades sociales. Yo estaba acostunbrado a otra cosa»

Jonathan tiene 27 años. Una pelea con lesiones de por medio hizo que el juez lo enviara a la cárcel durante un año. Tras cumplir cuatro meses, el educador de la cárcel de Mansilla de las Mulas le habló del programa de Proyecto Hombre. Tenía que hacer un curso de 400 horas y pasaba al CIS en régimen abierto. «Me cogió por sorpresa», asegura este joven de Guardo. «Creía que no valía, pero con el paso del tiempo me di cuanta de que sí». Antes de ponerse a trabajar en la empresa tuvo que realizar un servicio a la comunidad: enviar las cajas que Proyecto Hombre y Cáritas han instalado en las empresas colaboradoras para la recogida de móviles que financien programas de las dos entidades. El curso le ha servido para adquirir habilidades sociales y comunicativas, «que no sólo me valdrán para este trabajo sino para otros sectores y para la vida». Ahora, como teleoperador, por el que cobra 840 euros al mes por seis horas de trabajo —después de la jornada vuelve al CIS— hace llamadas para captar a socios para Cruz Roja. «Ya llevo 13», dice orgulloso. Jonathan está dentro de la progresión normal de las personas que empiezan a trabajar en este sector. Lo que más valora es la adquisición de habilidades comunicativas y sociales. «He aprendido a cambiar mi forma de rebatir, que es el mayor problema. Yo estaba acostumbrado a otra cosa. Trabajé en la construcción y me vendía de otra manera. Es más difícil hacerlo por teléfono que cara a cara». Tras pasar por el ejército y el mundo de las reformas en la construcción asegura que está dispuesto a «reengancharme» en este campo, si este trabajo se acaba.

David Romero

«No pensé que sirviera para ésto. Tener un trabajo es tener un tesoro»

David Romero tiene 31 años. Le pillaron conduciendo sin carné y le cayó un año de prisión. Es un alumno aventajado. «Aprende rápido», asegura su formador, Cesar Alonso. Tiene desparpajo y alegría. Eso lo convierte en un buen vendedor. Sin embargo, la percepción que él tenía de sí mismo era otra. «Creí que yo no servía para ésto. Pensaba que nunca podría aprender lo que me enseñaban». Pero se equivocó. A este gallego le va la cabeza muy rápido. «Nosotros tenemos un doble estigma», asegura. Y cuando habla de «nosotros» se refiere a los gitanos que han pasado por la cárcel. «Lo que menos me esperaba es que se me empezaran a abrir las puertas. Tener un trabajo es tener un tesoro». Y piensa en su hijo. «En caso de que este trabajo se acabe buscaré en otro campo, pero ésto me gusta. No es monótono».

Guillermo Celada

«Lo que me gusta en este trabajo es poder estar en una empresa con muchos compañeros»

Juan Guillermo es de León. Tiene 33 años. Entró en la cárcel por un accidente de tráfico en el que murieron dos personas. Ha trabajado en el ejército, como fontanero y como carnicero, «pero el trabajo de teleoperador me gusta porque es diferente». Guillermo ha captado ya cinco socios para Cruz Roja. Su preparador aclara: «la productividad no se mide sólo por el número de socios, sino por la cuantía de la cuota que consigan». Guillermo Celada, además, es voluntario en el Centro Alzhéimer y estudia informática. «Cuanto más colabores más horas libres tienes cuando sales del CIS». Su objetivo es alcanzar la excelencia telefónica. «Lo que más me gusta de este trabajo es poder estar en una empresa con muchos compañeros»

Prensa Diario de León

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